
El género de terror es uno de los más populares entre el público y seguramente también el que reciba un mayor desprecio por parte de los grandes entendidos. Su tendencia a repetir mil veces la misma fórmula con desafortunados resultados es una de sus mayores lacras. Cierto que ocasionalmente surge alguna cinta de corte más tradicional perfectamente disfrutable, pero a la hora de la verdad todos nos acordamos de las – que al menos creemos- grandes pioneras como referencia. ‘El exorcista’ (‘The Exorcist’, William Friedkin, 1973) es una de las películas fijas cuando se habla de las mejores películas de terror de la historia, tanto por su función como génesis del cada vez más ingrato cine de exorcismos como por sus méritos artísticos.
He de reconocer que ya había visto dos veces ‘El exorcista’ con anterioridad al visionado ex profeso para hacer esta crítica a la carta con desigual resultado. La primera me tuvo en tensión durante casi todo el metraje, en especial en su tramo final, pero la segunda, acompañada de varios amigos, acabé riéndome la mayor parte del tiempo. Sin embargo, hace más de 10 años de ese último visionado, por lo que la oportunidad que me habrás brindado de volver a verla ha servido para desempatar. ¿El resultado? Mucho más cercano a mi primera impresión que a la segunda.